¿Por qué indignarse con esta imagen? Reloaded

Querido lector, te he traído engañado, no voy a hablar ni un ápice de política ni del logo de la camisa, de Boric o de Jaime Guzmán. Pero planeo hablarte de evolución, psicología y la tremenda necesidad de ira e indignación que tienen las personas, incluyéndote.

En el fondo sabes que tú no llegaste a este artículo porque tienes un desacuerdo político o encuentras la imagen indignante o quieres vapulear al ser inmoral que hizo tal logo. Estás aquí porque QUIERES estar enojado con algo, QUIERES tener algo para luchar en contra o favor, ¡lo que sea!. Algo que le dé sentido a tu aburrida vida. No estoy siendo condescendiente, TODOS sufrimos del mismo problema. Y tales emociones son un subproducto de nuestro éxito evolutivo como especie. Así que respira hondo, baja las palpitaciones del corazón y déjame explicarte un poco de teoría evolutiva.

Nunca existió un buen salvaje

Varios expertos, como el biólogo evolucionista Bret Weinstein y el experto en ciencias de comportamiento Gad Saad indican cómo los grupos humanos se fueron autoseleccionando durante los últimos cientos de miles de años para convertirse en grupos sumamente agresivos y competitivos. Una vez que los mayores depredadores fueron eliminados o expulsados del territorio, la única amenaza real provenía de otros humanos.

Esta violencia interespecie es muy antigua, hay casos hace 100 mil años atrás de grupos neanderthal devorando familias enteras de otros neanderthal [1], o humanos modernos devorando un niño neanderthal para luego fabricar un collar con sus dientes [2][3]. En su presentación de la universidad de California, el profesor Kim Hill relata como en las tribus cazadoras-recolectoras del amazonas colombiano y venezolano, del total de las muertes registradas, un 40% de ellas eran violentas. Para añadirle aún más horror: el 5% de todas las muertes registradas eran infanticidios, y un porcentaje no menor de la gente anciana era sacrificada o se suicidaba cuando no podían seguir más al grupo. [4]. Tal evidencia hecha por tierra cualquier noción del “Buen Salvaje” de Rousseau y refuerza la opinión de Hobbes sobre la vida del hombre en estado natural: “violenta, brutal y corta”.

Matando por nuestra cosmovisión

Otra de las razones del éxito evolutivo del ser humano es haber generado una cosmovisión intersubjetiva para el grupo o tribu propia, donde los miembros del grupo son todo y quienes no pertenecen al grupo son enemigos a ser eliminados físicamente. El mero hecho de las autodenominaciones de las tribus primigenias nos delata tal cosmovisión del “nosotros” versus “los otros”. En Sudamérica la palabra “Mapuche” hace referencia a la gente de “esta tierra”, no a los otros. Selknam significaba “los que somos iguales” [5], lo mismo pasa con las tribus mencionadas por el profesor Hill.  Tal cosmovisión es sumamente supremacista.  Mi grupo es superior a los otros. Mi grupo merece sobrevivir en caso de escasez, enfermedades o guerra.

El medioambiente donde evolucionaron nuestros antepasados era inclemente, con violentos cambios climáticos, pérdidas de hábitat, enfermedades y hambrunas. Sólo los grupos que tenían un gran nivel de coordinación, agresividad, preferencia intergrupal y xenofobia lograron sobrevivir.

Esta situación sólo ha cambiado los últimos 10.700 años, donde la estabilidad climática del periodo interglaciar actual, el Holoceno, ha permitido el surgimiento de la civilización moderna. Y cómo escribe Steven Pinker, una enorme y sostenida reducción de la violencia [6].

Las malas pasadas que nos juega la evolución

Si bien vivimos hoy en una sociedad sumamente pacifica, la biología humana básica previa a la civilización moderna sigue intacta. El mero hecho que grupos violentos sigan apareciendo son evidencia de ello: la superioridad racial del nazismo, la lucha de “clases” marxista, el supremacismo religioso de ISIS. Todos los miembros de tales tribus tienen en común la noción de sentirse parte de un grupo victimizado, moralmente superior a los otros y dispuestos a la violencia por su justa causa. El potencial de violencia latente dentro de cada uno de nosotros es enorme. El hecho que jóvenes socialmente desadaptados quieran unirse a una “pandilla” o a una “barra brava” muestra claramente nuestra necesidad de pertenecer a un grupo con el que nos podamos identificar y que nos proteja de lo desconocido.

Es fácil entender porque una persona (de derecha) aburrida, trabajando de 8 a 18, en un cubículo mal iluminado salte furiosamente y golpee el teclado al ver la foto de Boric. Tu cosmovisión está siendo atacada, todos tus mecanismos instintivos de autodefensa se activan, tu cerebro te premia con dopamina [7], te sientes realmente vivo y vuelves a ser parte de un grupo guerrero.

La paradoja de la agresión

Ahora, la agresión es de todas formas paradojal. Cómo documenté en un artículo anterior, los machos mamíferos, incluyéndonos, requieren una buena dosis de agresión y juego rudo para poder desarrollarse mentalmente [8]. Los estudios con ratones juveniles, usados por sus similitudes con el comportamiento humano, muestran lo crítico que es el juego para los machos, y privarlos de juego brusco genera alteraciones en el desarrollo químico y físico de su cerebro. [9] No sólo queremos pelear, necesitamos pelear para llegar a nuestro máximo potencial humano. Sólo los machos hipercompetitivos y agresivos llegan a las cúspides de cualquier grupo humano. Deben ser inteligentes, con habilidades blandas y gran carisma claro está, pero sin el sustento inicial de agresividad están condenados a ser machos beta.

La pregunta que se nos presenta es: ¿cómo podemos liberar nuestra agresividad sin destruirnos mutuamente?, vivimos en un mundo con armas nucleares, ya las grandes potencias evitan entrar en conflicto directo. No podemos buscar un enemigo externo, la única opción es buscar conflicto con la persona de al lado. Eso explicaría en parte porque las diferencias políticas en occidente son cada vez más violentas: parece no haber otra válvula de escape para nuestra necesidad de agresión.

Para solucionar esta paradoja quiero proponerles una alternativa, que al menos a mí me ha ayudado.

Pelear hoy para pelear mañana

Cómo ya adivinarán soy hipercompetitivo. Adoro competir físicamente, hice artes marciales 12 años, paintball otros tantos, adoro luchar también intelectualmente y las redes sociales son para mi un lugar maravilloso para el debate. Pero para poder competir, requiero constantemente tener un oponente. Cualquier persona que práctica karate, judo, box u otro tipo de pelea conoce la existencia de jugadores sucios que buscan dañar o humillar al oponente, y saben que tales energúmenos duran poco en un dojo o ring: nadie quiere entrenar con ellos. Sólo los luchadores que cuidan a su oponente obtienen el premio de pelear de nuevo.

Tú no debes pelear para ganar, tú debes pelear para poder seguir peleando mañana, el día después y el próximo año. Y la única manera de lograr eso es que los oponentes a quienes te has enfrentado quieran volver a competir contigo. Debes pelear de manera tal que, aunque ganes o pierdas, el oponente salga satisfecho de la pelea. Esta parte es sumamente difícil en las redes sociales, usualmente al argumentar no hay un ganador definitivo, una de las partes simplemente puede recurrir a insultos protegido por la distancia y el anonimato. Pero el truco en tal caso es sencillamente ignorar a quien hace eso, tú eliges si el insulto te enoja o no.

También debes comprender, la persona a la que te estás enfrentando no es alguien distinto a tí o tu inferior, sino tu igual. Necesita descargar su ira, al igual que tú.

Esta idea es de por si una máxima kantiana: Cuida a tu oponente tanto en pelea real, como en debate o en política. Si no lo cuidas puede suceder que no tendrás otro con quien pelear mañana, o peor, tus futuros oponentes no te cuidarán a ti.

Este es una versión modificada de un artículo previo, pero con otra foto

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[1] https://www.smithsonianmag.com/history/europes-hypocritical-history-of-cannibalism-42642371/

[2] https://www.theguardian.com/science/2009/may/17/neanderthals-cannibalism-anthropological-sciences-journal

[3] En el libro “The Gap”, de Thomas Suddendorf, indican que el caso publicado en The Guardian se trata de la mandíbula de un niño

[4] https://www.youtube.com/watch?v=ZRsQDfgwP08&t=5s&list=PLKKezP54WTMfPYo-DrSOD9_noz8S6rraX&index=13#t=38m05s

[5] http://joubert-yanten.blogspot.de/2007/

[6] https://www.independent.co.uk/arts-entertainment/books/reviews/the-better-angels-of-our-nature-the-decline-of-violence-in-history-and-its-causes-by-steven-pinker-2366392.html

[7] https://www.psychologytoday.com/us/blog/culture-shrink/201508/angers-allure-are-you-addicted-anger

[8] https://plumahoplita.com/2018/03/11/gun-control-ii-y-los-ninos-que-odian-al-mundo

[9] https://dspace.library.uu.nl/bitstream/handle/1874/291368/achterberg.pdf?sequence

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